viernes, 22 de mayo de 2015

CASTILLOS DE HIERRO


todos corrieron tras la verja
a me dejaron
solo,
entre las
matas.

yo intenté seguirlos, pero
la verja estaba cerrada,
y grité.

grité

pero ya estaban lejos.

yo quería estar con ellos
y jugar
a la pelota, y
reír;
jugar
junto al estanque.

pero prefería
jugar
a la Playstation
y crecer,

hasta nivel
veinte.

así que me encerraba
en casa
de mis abuelos,
junto a la
piscina,
y mis amigos.

muertos.

con un helado
de vainilla
dehaciéndose
en un plato de porcelana
bañado por el sol.

y mi abuelo, viendo
el televisor en
el porche de la casa
con
mosquitos
alrededor.

me sentaba en las escaleras
mirando, las
grandes losas con
sus dibujos, sus
líneas profundas.

y la piscina,
estaba tranquila,
con su césped
artificial,
y sus sillas,
y su hamaca,
y la puerta
que daba a la calle.

los coches, estaban
aparcados, uno
detrás de otro, en la
pendiente
que llevaba des de la entrada
del chalet
hasta la casa.

y el sol, bri-
llaba. a veces.

***

recuerdo la
lluvia, como golpeaba
las ventanas del coche.
al pasar por la ronda
litoral.
y las plantas quí-
micas, y eléctricas
perdidas en los vastos
terrenos, que cruzábamos.

como castillos de hierro
expulsando,
residuos y humo.

quería ir
a subirme a la torre
eléctrica,
y ver
el mundo.

la lluvia caía
gris, o azul y
sonaba Radio
Cataluña.

yo era un
niño,
nada más. sentado
en el asiento, cómodo y,
dejándome llevar,
al matadero.

a que me acuchillasen,
todos los días, en
una cueva de
piedra

mis padres, como
dos esfinges
inescrutables,
al volante, dirigiendo
mi vida
a su voluntad.

dirigiendo
mi vida.


.

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