todos corrieron tras la verja
a me dejaron
solo,
entre las
matas.
yo intenté seguirlos, pero
la verja estaba cerrada,
y grité.
grité
pero ya estaban lejos.
yo quería estar con ellos
y jugar
a la pelota, y
reír;
jugar
junto al estanque.
pero prefería
jugar
a la Playstation
y crecer,
hasta nivel
veinte.
así que me encerraba
en casa
de mis abuelos,
junto a la
piscina,
y mis amigos.
muertos.
con un helado
de vainilla
dehaciéndose
en un plato de porcelana
bañado por el sol.
y mi abuelo, viendo
el televisor en
el porche de la casa
con
mosquitos
alrededor.
me sentaba en las escaleras
mirando, las
grandes losas con
sus dibujos, sus
líneas profundas.
y la piscina,
estaba tranquila,
con su césped
artificial,
y sus sillas,
y su hamaca,
y la puerta
que daba a la calle.
los coches, estaban
aparcados, uno
detrás de otro, en la
pendiente
que llevaba des de la entrada
del chalet
hasta la casa.
y el sol, bri-
llaba. a veces.
***
recuerdo la
lluvia, como golpeaba
las ventanas del coche.
al pasar por la ronda
litoral.
y las plantas quí-
micas, y eléctricas
perdidas en los vastos
terrenos, que cruzábamos.
como castillos de hierro
expulsando,
residuos y humo.
quería ir
a subirme a la torre
eléctrica,
y ver
el mundo.
la lluvia caía
gris, o azul y
sonaba Radio
Cataluña.
yo era un
niño,
nada más. sentado
en el asiento, cómodo y,
dejándome llevar,
al matadero.
a que me acuchillasen,
todos los días, en
una cueva de
piedra
mis padres, como
dos esfinges
inescrutables,
al volante, dirigiendo
mi vida
a su voluntad.
dirigiendo
mi vida.
.