jueves, 14 de diciembre de 2017

FOTOGRAFÍAS DE UNA CIUDAD


Vuela un pájaro absorto frente a una pared de cemento, bajo ella reposan miles de huesos lanzados a un horno incinerador mientras se oyen carcajadas entre las paredes.

Siento sus manos cogiéndome por los brazos, su aliento chocar contra mi nuca, sus uñas crecer hasta proporciones insospechadas, quedó la cama hecha un revoltijo buscando las palabras cariñosas que nunca me dio.

Las paredes lloran y el mundo se desmorona como un gallo sin plumas adentrándose en un océano de lava. Llueven copos de hielo sobre un campo nevado, frío como quedarse sin dientes antes de morder. Vuelve a abrirse el abismo.

La gente clama que ahorquen al traidor mientras un niño es secuestrado por un globo rosa de helio y camaleones saltando como ranas croan un himno hipócrita y desmesurado. La humanidad parada frente a las oficinas del paro coronadas por un ave fénix hipnótica.

Ahora llueve en la ciudad, que se ha llenado de tuberías inmensas devorando las calles como gusanos de plomo sobre deshechos de comida mientras una niña está sola, de pie, y la gente pasa caminando absorta por a su lado.

El sol hace hervir el mar elevándolo en grandes columnas de agua, inundando la ciudad y lanzando uno a uno todos los edificios al suelo, deshechos los ladrillos por el calor mientras niños podridos se descomponen en las calles, sus ojos mirando como camaleones.

Una grieta se abre en medio de la ciudad, asomando el fuego desde lo más profundo.

Tú eras mi abuelo, un jersey de lana ahora, ridículo y desfasado. Congeladas tus palabras antes de tocar el aire, vas con las manos esposadas mientras finges que eres libre. Un cuervo ha estado picoteando tu corazón desde tiempos inmemoriables, viva imagen del prisionero desnudo en el campo de concentración, completamente deshecho y famélico, solo que tú vives en una sociedad ‘normal’. Nunca le ha dado a nadie gusto hablar contigo, tus gafas modernas en comparación con lo anticuado de tu ropa no engañan a nadie.

Ahora arena sobre cemento, esparcida en bellas formas por la voluntad del viento.

Tus piernas raquíticas adoptan una postura imposible, mientras a duras penas sostienen la voluptuosidad de tu torso.

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